Cuando era niño


Cuando el niño era niño, era el tiempo de hacer estas preguntas:

¿Porqué yo, y por qué no tu?
 ¿Por qué estoy aquí y no allá?
¿Cuándo comenzó el tiempo y dónde termina el espacio?
¿No es la vida bajo el sol sólo un sueño?
¿No es acaso todo lo que veo, oigo y huelo sólo una
ilusión de un mundo antes del mundo?
¿Existe la maldad , existen las personas malvadas?
¿Cómo puede ser que yo, que soy quien soy, no existía antes de existir y que algún
dia el yo que soy no será el que soy?

Ranier Maria Rilke

Se ve sólo con el corazón


 
Se ve sólo con el corazón, lo esencial es invisible para los ojos.
A.de Saint Exupery 

El Tiempo


El tiempo que que disponemos cada día es elástico;
las pasiones que sentimos
lo dilatan,
las que inspiramos lo abrevian,
y el hábito lo llena.


Marcel Proust
En busca del Tiempo Perdido
BORGES Y YO
         Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo xviii, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Seria exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páinas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mi podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.
No sé cuál de los dos escribe esta página.

Jorge Luis Borges